Amor por la vida plena
Enric Montefusco aterrizó en La Capsa con la misma fuerza con la que una bola de fuego iluminó hace tan solo unos días el cielo de Illinois hasta perderse presumiblemente en el lago Michigan. Rodeado de auténticos multiinstrumentistas –hasta el extremo de ver a Charlie Bautista tocar un instrumento con cada mano–, Montefusco se abrió en canal para desgranar cada uno de los temas de Meridiana, intercalados con un par de miradas de respeto hacia el pasado de Standstill y una punzante versión de Todo es mentira de Albert Pla.
Meridiana, Todo para todos, Flauta man, Vida plena… se sucedieron presentadas por un Montefusco que no escatimó en palabras ni en recuerdos vividos en el mismo recinto que una vez más le acogía entre aplausos, resultando en una conmovedora explosión orgánica que puso de manifiesto el valor literario e instrumental de su primer disco en solitario.
Como oyente, quedé atrapado en la inmensidad de sus canciones sin poder en parte evitar recibir muchas de ellas como una suerte de audaces y reivindicativos relatos de usos y costumbres acerca de una generación adoctrinada para no cuestionar absolutamente nada y tan tristemente acostumbrada a delegar en terceras partes su propia felicidad.
Por suerte, la vida es sorprendente, tanto como este Meridiana y su presentación en directo –con final cantando Obra maestra sin amplificación, artista y público a coro en el propio bar de La Capsa– y, en ocasiones, hasta puede ser hermosa si somos capaces de tomar las riendas de la nuestra. Meridiana duele, pero es dramáticamente bello. Amor por la vida plena.
Carlos Salamí